De un tiempo para acá he escuchado comentarios malintencionados en pasillo contra un maestro sacerdote. A veces los comparrto en otras escuelas y universidades (han de saber que el universo no se acba en Cuitzeo), y siempre provocan la misma reacción: una carcajada atroz, que comparto y, de algún modo, me avergüenza por pertencer a una institución, nuestra H. Universidad donde el resentimiento histórico y social se han convertido en norma. Para aclarar cosas que a nadie le importan, diré que no soy católico: mi bisabuelo fue judío y mi madre es creyente, pero rechaza abiertamente las religiones. Yo me declaro agnóstico, hasta que se pruebe lo contrario.
Una cosa es la memoria y circular por la izquierda. Otra, muy distinta, caminar como el cangrejo. No pienso lavar la cara de la Iglesia Católica: conocemos de sobra su culpabilidad. Pero mantener que no podemos estar en presencia de muchas cosas por su carga simbólica es estúpido. Renunciemos entonces a los libros, las minúsculas, la música vocal y demás. La historia es maestra, no el rencor ¿Que el maestro es sacerdote? ¿Y? ¿Tienen idea, cavernarios, de cuál fue su formación, de los doce años que pasó encerrado entre libros y no cargando cajas en un almacén y haciendo el imbécil en reuniones zanganales? ¿No saben acaso que Aristóteles, Agustín y Santo Tomas tienen su sitio en una Escuela de Letras, en tanto postularon ideas sobre la naturaleza del lenguaje y sin la Ciudad de Dios nos sería imposible entender el delirio de la Monarquía Hispánica? ¿De que todo el merequetengue del siglo XX no podría leerse sin Heidegger ni Wittgenstein? ¿Nadie les ha avisado que la modernidad ultracientifista e instrumental ya se acabó?
No estoy en contra del rojo, que para muchas cosas es mi color favorito. Estoy en contra de los fascistas que se enfundan en uniformes rojos para disfrazar su afán dictatorial, de los dinosaurios que pintan de rojo sus museísticos huesos.
PAPER CUTS
Hace 8 años
1 comentario:
Completamente de acuerdo. Valoremos lo académico.
La religión, ideología, preferencia sexual, estado moral y físico de quien imparte es lo de menos. Lo realmente importante es lo que sabe y si es capaz de transmitirlo.
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