miércoles, 7 de enero de 2009

Del taller de Gaspar Aguilera...

Hace tiempo, el maestro chihuahuense Gaspar Aguilera (a mi juicio, uno de los pocos poetas michoacanos que valen la pena) tuvo a su cargo un taller en la Escuela. De ese taller salieron algunos textos, como el que sigue, de mi autoría. Por desgracia, no se le ha invitado a reintegrarse a la platilla docente...


D abrió los ojos en la puerta del cuarto. El destello naranja le repugnó. La túnica de Dionisio, se dijo. Revolvió los bolsillos del abrigo, encendió un cigarro y se quitó el sombrero. Arrodillado, acercó los dedos a la mancha. Sangre. Lo que esperaba, lo leído. Seca, de días. El foco desnudo, la pared, el suelo sucio, sin detener la náusea. Caminó en círculos, abrió y cerró ventanas, revisó la puerta con cuidado. Una habitación cerrada, y el hombre estaba solo. Nada más. Y el olor, repulsivo en esa desnudez de hospital. Puso el cerrojo, decidido a ignorar todo menos la evidencia.

Tres vueltas. Ni una pista. Volvió a la mancha. Silencio. Tres tiros. D cerró los ojos en el centro del cuarto. Lo último que vio fue la puerta cerrada. El destello naranja se hizo negro. La túnica de Dionisio, dijo. Sonriente, se desplomó sobre la mancha de sangre.

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